El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 1 de febrero de 2011

Ser agradecidos

La gratitud es el arte de saborear la vida con dulzura, es aceptar, es disfrutar, es trabajarse uno mismo. 
Un alma recién llegada al cielo se encontró con San Pedro que salió a recibirle. El santo llevó al alma a realizar un  recorrido por el cielo. Ambos caminaron paso a paso por unos grandes espacios llenos de Ángeles. San Pedro se detuvo frente a la primera sección y dijo: “Esta es la sección de recepción. Aquí son recibidas todas las peticiones hechas a Dios mediante la oración”. El alma miró la sección en la que muchos Ángeles estaban muy ocupados clasificando peticiones escritas en voluminosas hojas de papel, solicitadas por personas de todo el mundo.
Siguieron caminando hasta que llegaron a la siguiente sección y San Pedro le dijo: “Esta es la sección de embalaje y entrega. Aquí las bendiciones que la gente pide, son embaladas y enviadas a las personas que lo solicitaron”. El alma vio como estaban de ocupados en la sección. Había tantos Ángeles trabajando en ella como tantas bendiciones estaban siendo embaladas y enviadas a la Tierra. Finalmente, se detuvieron en la última sección, en la que un solo Ángel permanecía ocioso haciendo muy poca cosa. “Esta es la sección del agradecimiento” dijo San Pedro. “Pero ¿cómo es que hay tan poco trabajo aquí”, preguntó el alma. “Esto es lo peor”, contestó San Pedro, “después de que las personas reciben los dones y las bendiciones que pidieron, muy pocas envían su agradecimiento”. “¿cómo se agradecen las bendiciones de Dios?”, “simple” contestó San Pedro, “Sólo tienes que decir: Gracias Señor”
Dar las gracias a Dios, decir como decía San Pedro: “Gracias Señor”, se convierte en una oración increíble por su fuerza y en un regalo de amor. Quien pronuncia las "gracias" de esta manera, comprende que nada en esta tierra le pertenece, y que todo es un regalo de los seres que velan por nosotros.
La gratitud es necesaria para entrar en una auténtica relación con Dios o con la persona que nos haya agraciado. "Gracias" es una palabra que une al cielo y la tierra. Cuando el agradecimiento es sincero,  está lleno de fuerza vital, y hace que se activen el chakra del poder personal, (el chakra solar) y el chakra del amor, (el chakra cardiaco).
El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta aprecio y reconocimiento por otra que le prestó ayuda. No consiste, necesariamente, en “pagar” ese favor con otro igual, sino en mostrar afecto y guardar en la memoria ese acto de generosidad. 
Hay que aprender a agradecer. El agradecimiento siempre es interior, y después se puede expresar con palabras y con acciones. Recuerdas la historia de los diez leprosos. Solo uno regresó a darle gracias a Jesús por su curación milagrosa. Jesús lo puso por ejemplo y se entristeció por los otros nueve.
Recuerda: “Somos lo que pensamos”, “dar y recibiréis”. Dar las gracias por todas las bendiciones que estás recibiendo de manera permanente, te pone en condiciones de recibirlas a manos llenas.
El descontento estrecha la vida, mientras que la gratitud la expande, la aumenta, incrementa la alegría, y abre las puertas del infinito, abre las puertas del amor. Aquellos que reciben amor con gratitud lo reciben doblemente, mientras que quienes están descontentos lo pierden. La gratitud es el arte de saborear la vida con agrado; es también una aceptación inteligente y trabajo sobre uno mismo. 
 Aprende a usar una fórmula infalible. “Por favor” para pedir, “Gracias” al recibir. Piensa y reconoce todo aquello que recibes de los demás. Exprésalo a tu estilo: con palabras, con un abrazo, como te apetezca, pero exprésalo.
Ejercicio Esenio de purificación y  salud, agradeciendo:
Habría que hacerlo en el exterior, pero puedes intentarlo en tu espacio de meditación.
Empieza sintiendo la Tierra bajo tus piernas y tus nalgas y tus pies, sintiendo que te llena de energía, que te sostiene la Tierra.
Sintiendo la Tierra piensa en el origen de tu alma encarnada.
Siente el cielo infinito sobre ti, siente como te inspira, como te eleva.
Sintiendo la energía del cielo, piensa que eres etern@, que eres un alma.
Siéntete como una unión viviente entre las fuerzas del cielo y la Tierra. Coloca las manos juntas delante del pecho en el mudra de oración.
En esa postura permite que una hermosa luz que procede del cielo fluya a través de ti, llegando a la Tierra.
Repite en silencio dentro de ti:
“Madre Tierra, yo te ofrezco mi agradecimiento con todo mi corazón, y a través del corazón de todos los hombres y mujeres.
Que todos los seres que llevas en tu seno, protejan, alimenten y bendigan todo lo que crece”.
Permanece un momento en silencio, respirando lentamente, sintiendo como se expande tu corazón por esa expresión de agradecimiento.
Sigue diciendo en tu interior:”Madre Tierra, elimina mis enfermedades y mis faltas según tu voluntad para recibir la bendición del espíritu divino y transmitirla a todos los seres vivientes según tu voluntad”.
Mantente en silencio, mientras dejas que la Tierra te purifique.
Piensa en tu alma, siente tu conexión con ella, y repite dentro de ti: “Con amor y gratitud te ofrezco  mi amoroso agradecimiento lleno de Luz a la Madre Tierra.
A la Madre Tierra gracias.
Al agua de la vida, gracias.
Al aire que nos mantiene la vida, gracias.
Al fuego sagrado, gracias.
A los minerales, gracias.
A las plantas, gracias.
A los animales, gracias.
A la humanidad que camina por el sendero de la evolución, gracias.
A todos los ángeles, gracias.
A la Inteligencia que creó mi pensamiento, gracias.
Al océano de Amor que creó mi sensibilidad, gracias.
A la Vida Universal que impregno mi futuro con la semilla de la individualidad, gracias.
A todo los seres del mundo, gracias.
Gracias Señor, porque eres la Única Fuente que unifica a todos los seres”.
Haz una leve inclinación de cabeza y repite “Amen”.
Permanece en meditación el tiempo que te apetezca.

Con esta práctica se desarrolla una mayor sensibilidad hacia todo lo creado y hacia el mundo superior


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