El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 25 de noviembre de 2011

El juego de la vida

            Vivimos confinados en un cuerpo, sin tener ni idea de quienes somos, creyendo que somos ese cuerpo, creyendo que los acontecimientos de nuestro entorno son los que nos hacen ser felices o infelices, creyendo que somos entes separados de todo y que tenemos que defender nuestro espacio, creyendo que en esa separación somos hombres o mujeres, blancos o negros, cristianos o musulmanes, creyendo que tenemos que lidiar con todo lo que va llegando a nosotros.

            Nos tomamos la vida con tanto dramatismo que para defender nuestra verdad discutimos, insultamos, peleamos y hasta hay quien llega a matar, directamente si no tiene el suficiente poder, o indirectamente arrastrando tras de sí a las masas iniciando una guerra.
            Pero la vida no tiene nada de dramática, la vida es un juego, un juego creado por nosotros mismos, en el que todo lo que existe es lo que cada uno experimenta. No tenemos idea de la grandeza de quienes somos: Todos somos uno, siempre lo hemos sido, y lo único que existe es el Amor. Solo nosotros en nuestro juego de la vida hemos creado nuestra propia limitación, nuestra ilusión, nuestra separación, nuestra dualidad, nuestro miedo.
            Nos pasamos la vida queriendo alcanzar algo que llamamos iluminación, queriendo regresar al seno del Padre. Pero no hay adonde regresar porque nunca nos hemos ido, es como cuando éramos niños en nuestro colegio y salíamos al patio a jugar. Estar en el colegio y salir al patio no nos obligaba a un trabajo extraordinario para volver a casa. El juego de la vida es igual. No hay a donde ir, todo está en nuestra conciencia. El seno del Padre no está lejos, nuestra casa no está lejos, la iluminación no está lejos. Todo está en nuestro interior.
            Si estamos viviendo esta experiencia humana, tan magnífica, es sólo para jugar, y las reglas de nuestro juego nos permiten crear las experiencias necesarias para jugar. El problema estriba en que una vez creada la experiencia nos identificamos con ella, nos creemos que somos aquello que hemos creado, y esto sólo nos lleva al dolor y al sufrimiento, generados por la separación y por la distancia que ponemos entre nosotros y nuestra verdad.
            Nuestra experiencia, nuestro juego, es vivir la vida desvinculándonos de cada suceso, exprimiendo la experiencia al máximo, sin identificarnos con esas experiencias que se van sucediendo, ya que todo lo que acontece en la vida es fruto de nuestra creación, es el tablero y los peones necesarios para nuestro aprendizaje; ya que todas las personas con las que vamos teniendo contacto, están ahí para que nosotros podamos hacer nuestro juego, a la vez que ellos hacen el suyo. Todas las personas estamos creando lo que necesitamos, con el único objetivo que llegar a vivir desde el interior, para llegar a la verdad de lo que somos, para llegar a la Fuente de todo, para llegar a Dios.
            Sabrás que estás en tu interior o a punto de cruzar el umbral cuando te inunde el Amor, el Amor porque sí, el Amor por todo, el Amor por todos, y además en cada instante, porque esa es la única energía que mora en ti, es tu esencia. Las otras energías son las que tú creas cuando te identificas con los sucesos cotidianos. Y cuando llegues ahí, sabrás que es Amor, porque la sensación que se vive es de una total y absoluta serenidad, es de paz, duradera en el tiempo, con independencia de las experiencias que te has creado, para vivir y aprender de ellas.

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