El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 16 de enero de 2012

Con Dios todo es posible (I)

            Una persona lee un libro y su vida puede cambiar para siempre. Los lectores asumen para sí las imagines, las palabras o los conceptos del libro, guardando en su memoria pasajes del libro que, a partir de ese momento, les ayudan a ver y a entender la vida de otra manera. Les ayudan a vivir. Les ayudan, por un lado, a evadir la realidad, y por otro lado, a profundizar o a vivir más plenamente la propia realidad.

            Personalmente, tengo una memoria muy selectiva. Los momentos que no tienen ningún significado importante, no se archivan en mi memoria, sólo pasan durante un instante, como una ráfaga de viento, sin quedar archivados en ningún cajón de la memoria. Sin embargo, recuerdo perfectamente los momentos que han marcado de manera positiva mi vida, ya que los momentos negativos, también los olvido de inmediato. Uno de los momentos importantes, ha sido, precisamente, la lectura de un libro. El libro tiene por título “La energía eres tú”, escrito por Erhard F. Freitag.
            Puedo decir, sin ambages, que ese libro cambió mi vida. Es un libro de 350 páginas, que leí, la primera vez de un tirón. Las siguientes lecturas, ya fueron más sosegadas, tomando mi tiempo, no en cada capítulo, sino casi en cada párrafo.
            Hasta el momento de leer ese libro, mi idea de vida, era como la de casi todos los mortales: Buscaba la felicidad, pero esperaba encontrarla en un ascenso en el trabajo, en ganar más dinero, en cambiar el coche, en ir de vacaciones cuanto más lejos mejor, etc., etc., etc. No había oído hablar de energía, salvo en las clases de física, y cuando, alguna vez, muy pocas por cierto, alguien decía que conocía a un “curandero” que curaba con las manos, me reía tanto, que se podía desencajar mi mandíbula, ¿Cómo alguien iba a hacer algo, que personalmente consideraba un “milagro”, porque además, era el método utilizado por Jesús?, ¡Qué tontería!
            Leía el libro, ávidamente, con los ojos como platos, sin acordarme de comer, cenar o dormir, diciéndome a mí mismo, que si lo que estaba leyendo era cierto, el sufrimiento humano podía ser erradicado para siempre. Necesitaba experimentar las enseñanzas de ese libro, que ahora me atrevo a resumir en una frase, una frase archiconocida, ya que es la base de las enseñanzas del Buda: “Somos exactamente lo que pensamos”. Por aquel entonces del Buda también sabía poco.
¿Cómo y dónde podía conseguir más información?, ¿Cómo poner en práctica esas enseñanzas?, ¿Cómo aprender a manejar esa energía?, o ¿Como curar con esa energía que dos días antes sólo causaba en mí hilaridad? Como en el libro se hablaba de meditación en, al menos quince ocasiones, (algo que tampoco sabía lo que era, yo pensaba que era darle vueltas a un problema para encontrar la solución), decidí apuntarme a clases de yoga al día siguiente de finalizado el libro. ¡Tenía que aprender más!, ¡Tenía que experimentar!
            A partir de ese día, descubrí el yoga, descubrí la meditación, descubrí el poder del pensamiento, descubrí la debilidad del corazón adormecido por los deseos, descubrí que no somos cuerpo, descubrí que somos alma, descubrí que Dios Es Todo, que Es Amor, nada que ver con el Dios castigador que proclaman las religiones, descubrí que todos somos hermanos, incluidos abortistas, homosexuales, divorciados, y de izquierdas; descubrí muchas más cosas, y aún hoy sigo descubriendo. Y los cambios fueron llegando a mi vida. Nada radicales, sino paulatinamente. Es hoy, algunos años después, que los cambios se siguen produciendo, y aun espero muchísimos más, ¡estoy tan lejos de algún punto que ni tan siquiera sé cual es!
            El que los cambios llegaran paulatinamente, y no a la velocidad de crucero que a mí me gustaría, sólo era debido a mi capacidad personal para ir transmutando mi energía. Daba entonces, y sigo dando gracias a Dios por la voluntad, porque entre las cosas que descubrí, es que la voluntad es una cualidad imprescindible para todo el trabajo que tenía por delante. La energía, como decía el libro, era lo que yo era, por lo tanto los cambios tenían que pasar forzosamente, por cambiar la energía. Cambiarla, pero ¿de qué a qué?
            Entonces no lo sabía, hoy sí. Hay que cambiar toda la energía en Amor. El orgullo en Amor, el miedo en Amor, la tristeza en Amor, la envidia en Amor, la ira en Amor, todo en Amor. Es un trabajo arduo, pero se puede conseguir, eso sí, paulatinamente, y con voluntad.

            Esto sigue, hay más, mucho más, pero lo colgaré por entregas para no aburriros.

      

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