El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 28 de mayo de 2014

Un rayo de luz


            La vida que vivimos es ilusión, es fantasía, es un cúmulo de preocupaciones, de deseos incumplidos, de desengaños, de mentiras, de desamores, que nos va llevando poco a poco, en la mayoría de los casos, a la insatisfacción, como mal menor, o a la tristeza, al dolor o al sufrimiento.
Sin embargo, no todo está perdido, y no lo está porque en esa vida de fantasía, que hemos decidido vivir los seres humanos, casi siempre existe un momento en el que como un rayo de luz aparece en nuestro interior un mensaje directo del corazón, un mensaje, que nos acerca al menos a la duda de si es correcta la vida que llevamos o si existe alguna otra manera de vivir que sea más placentera emocionalmente.
            El mensaje que se recibe, es escueto, y suele aparecer en los momentos de mayor dramatismo de nuestra vida, puede ser en la enfermedad, puede ser en el sufrimiento, puede ser en la depresión o en la tristeza, puede ser en la desaparición de un ser querido, o en una etapa de estrés en nuestra vida.
 
            Ese mensaje parece que llega cuando se han agotado las vías convencionales que la sociedad pone a nuestro alcance para la solución de conflictos, sin haber encontrado en ellas la solución del problema o sin haber encontrado el desahogo emocional que nos permita salir del pozo en el que, sin saber muy bien como, hemos caído. Pero no es así. El mensaje siempre está ahí, pero es tan suave que es imposible percibirlo cuando nuestra mente se encuentra aturdida con todo el ruido producido por el fragor de la batalla de nuestras preocupaciones.
            Es cuando en medio de la desesperación la mente se aquieta como dando por perdida la batalla cuando escuchamos un leve susurro que nos impulsa a dudar de si la manera de gestionar nuestra vida y nuestro dolor es el correcto, y si no sería posible aplicar una solución distinta a la de darle vueltas y más vueltas a un problema que para el que sufre, atado a una rueda que gira y gira, siempre en el mismo sentido, parece inviable cualquier solución. 
            En ese momento, de nosotros depende detener la rueda y seguir a la luz. Porque puede la persona no hacer caso del susurro, o puede comenzar a razonar que eso que le llega es una tontería, o puede, al menos conceder a su intuición el beneficio de la duda y buscar esa nueva manera de solucionar su problema.
            La solución del problema tiene un primer peldaño, que es el silencio, el silencio mental, porque es en él donde se va a encontrar la sabiduría necesaria para enfocar los problemas de una manera más sana y más inteligente. Y tiene un segundo peldaño, que es el trabajo. Será a partir de ese momento cuando la persona decida si quiere trabajar para conseguir su serenidad, o prefiere volver al maltrato que le genera el carrusel de su mente.
            Pero siempre será necesario haber sentido ese rayo de luz y haber tratado de seguir su resplandor.   

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