El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 12 de septiembre de 2014

Dios nos espera


«Dejad que los niños vengan a mí,
no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él»
Marcos 10:14
 

En el último mensaje canalizado, el Maestro nos decía: “El corazón de Dios es un mar de infinita bondad que espera por Vds. No es necesario que Le invoquen en oración, ni tan siquiera que digan su nombre. Él está con Vds. en todo momento y en todo lugar”.
¡Dios nos espera!, pero en las condiciones en que se encuentra la humanidad, ¿Cuánto tiempo tendrá que esperar? Los seres humanos ni tan siquiera somos conscientes de que Dios nos está esperando, porque no sabemos que Él es el final de nuestra carrera, Él es la meta, pero también es el inicio, de la misma manera que es el camino, o si lo sabemos no actuamos desde ese conocimiento.
Los seres humanos buscamos a Dios, sin aceptar que Dios ya está en nosotros, y disfrazamos esa búsqueda, que es la búsqueda autentica, la búsqueda definitiva, con pequeñas búsquedas, con jueguecitos, con pequeñeces.

 
Viajamos a lugares recónditos de la Tierra en busca de espacios fantásticos de energía. Energía que despilfarramos nada más llegar a casa, cuando no por el camino, juzgando situaciones, criticando personas, no aceptando nuestra vida o parte de ella, siendo deshonestos con nosotros mismos y los demás, manteniendo rincones de ira o de rencor en nuestro corazón, desaprovechando las oportunidades para ayudar y servir a los demás.
Podemos retirarnos del mundo durante unos días para mantenernos en silencio y meditar. Y al llegar a casa, volvemos a hablar por los codos, volvemos a dejar que la meditación se convierta en algo que hacemos el día que “tenemos tiempo”, o el día que estamos bajos anímicamente.
Podemos asistir a conferencias y cursos de crecimiento personal, para ser un poco más conscientes ya que proliferan como setas. Cursos que serán olvidados a los pocos días de su realización, sin haber puesto en práctica nada de lo aprendido en ellos.
Somos especialistas en frases bonitas, que ninguno pone en práctica, pero que quedan bien en el muro de nuestras redes sociales.
¿De qué sirve todo eso?, para hablar de ello, para sentirnos importantes, para hacer demostraciones de nuestra pseudo-espiritualidad, para que otros se queden con la boca abierta ante nuestra sabiduría espiritual. Pero realmente son pequeñeces, son jueguecitos, porque mientras tanto seguimos enojados con los hermanos, engañando a la pareja, criticando todo lo que se mueve, no dedicando el tiempo suficiente a los hijos, dudando de todo, no respetando a nada ni a nadie, teniéndole miedo no solo a la muerte, sino también a la misma vida. Y sobre todo se nos olvida lo más importante, nos olvidamos de Dios, nos olvidamos de quienes somos, nos olvidamos de dónde venimos, nos olvidamos adónde vamos, nos olvidamos para que estamos aquí, nos olvidamos de quienes son realmente los que nos rodean.
Hemos de ser conscientes de que lo que realmente hemos venido a hacer en la  vida es retornar a Dios, porque de Él venimos, y podemos hacerlo de frente, sin rodeos, a lo grande. ¿Cómo?, amando. Cualquier otra cosa no sería más que darle vueltas una y otra vez a la vida, a una vida que nos enmaraña en las redes de su ilusión una y otra vez, y así llevamos cientos o miles de vidas. ¿Cuántas más nos esperan?, ¿Cuánto tiempo tendremos a Dios esperando por nosotros? Tenemos suerte de que Su paciencia es infinita, y sobre todo tenemos suerte de que nos ama. Termino que no podemos utilizar nosotros, ¿o sí? Alguna vez te has hecho la pregunta: ¿Amas a Dios?
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario