El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 16 de octubre de 2014

La vida es un milagro


            Vivimos en sociedad, somos seres sociales. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros, y formamos colonias con relaciones más o menos estrechas según sea nuestra relación familiar y nuestro grado de afinidad en trabajo, amistad, relaciones, etc. Y es justamente debido al contacto que mantenemos con el resto de seres humanos lo que hace que un sinfín de emociones se vayan generando en nosotros.
            Las emociones y los sentimientos que vamos generando en nuestras relaciones prácticamente determinan como es nuestra vida. Determinan la felicidad y el sufrimiento, determinan el miedo y el amor, determinan la ira, el rencor o la rabia, de la misma manera que determinan nuestra paz interior, determinan también sentimientos de culpa, determinan la sensación interior de poder, de valía personal,  de inferioridad, determinan, en fin, un amplio abanico de sentimientos.
            Y es lógico que nuestras reacciones con cada una de las personas con las que nos relacionados, sean una consecuencia de cómo nos hace sentir esa persona: Reprimimos ira, guardamos resentimientos, nos sentimos culpables, quitamos razones, juzgamos, condenamos, proyectamos, nos escondemos por miedo, creemos que no somos merecedores de algo, nos sentimos víctimas, etc., etc. Se nos olvida que todo es energía, que estas emociones y estos sentimientos también lo son, y lo que va haciendo esa energía es generar bloqueos en nuestro cuerpo energético, lo cual es el preámbulo de enfermedades en el cuerpo físico.
            ¿Qué pasaría si no sintiéramos ira, si no juzgáramos, si no nos sintiéramos culpables, si no tuviéramos ninguna de las emociones que surgen en el trato con cada persona? No habría bloqueos de energía, seriamos más felices, por no decir completamente felices, el cuerpo físico tardaría más en enfermar, y es posible que con enfermedades menos agresivas.
 
             Para esto solo hay que cambiar la energía de la situación. Para cambiar algo, es necesario, en primer lugar ser consciente, es necesario conocerlo. El solo hecho de reconocerlo hace que comience la transformación, hace que esa energía cambie porque debajo de cada emoción o sentimiento destructivo está nuestra propia esencia, está el amor.
Solo hay que aceptar cada situación. Cada persona que comparte su vida con nosotros está cumpliendo el Plan establecido por ambos para el aprendizaje, para la sanación, para la evolución, para lo que hayamos determinado antes de venir a la vida. Y en ese Plan bien puede haberse concretado que una de las personas hará que la otra genere un determinado sentimiento destructivo, del tipo que sea, para que se sane, para que crezca, para que evolucione. Sin embargo, embargada por el sentimiento, la persona es incapaz de ver más allá, y puede pasar la vida sin hacerse consciente del trabajo a realizar.
Cambia la perspectiva, y cambiará la dinámica de tu vida. Comienza a verlo todo como una parte del Plan establecido, Plan que olvidamos al encarnar. Viéndolo así, ya no hay ni víctima ni verdugo, solo hay dos actores interpretando un papel, el papel de la vida. Verlo de esa manera hace que en todo aparezca la energía del amor, verlo de esa manera es ver la Perfección de Dios en cada acontecimiento de la vida.
 

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