El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 10 de marzo de 2015

Libertad


Los hombres no son prisioneros del destino,
sino prisioneros de su propia mente.
      Franklin D. Roosevelt 

La Libertad, según el diccionario, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad. El estado de libertad define la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero también lo hace responsable de sus actos en la medida en que comprenda las consecuencias de ellos.
            Según esto, existe un buen número de personas en la Tierra que sin ser oficialmente esclavos, no pueden considerarse libres, porque no pueden decidir por sí mismos, o no pueden expresar libremente sus pensamientos o sus anhelos más profundos. Seguro que en la mente de todos están los lugares del mundo donde se discrimina por razón de sexo, o por razón de opción política, o por tendencia sexual, o por el color de la piel, o por el volumen del extracto de la cuenta corriente, o por creencias religiosas, o por un sinfín de cosas ridículas más, que por muy ridículas que puedan parecer a los que no las sufren, hacen la vida imposible por su estado de esclavitud, no reconocida, a millones y millones de personas.
            Pero no es el objeto de esta entrada enumerar dictaduras, sean del color que sean, o enumerar países xenófobos, o nombrar países homofóbicos, capitalistas o corruptos. No. El auténtico objeto de la entrada era hacer una loa a la libertad como uno de los bienes más preciados del ser humano.
 
            Pero llegado a este punto se llena mi mente con una pregunta: ¿Es realmente libre el ser humano? Imaginemos el estado perfecto. ¿Serían realmente libres todos los habitantes de ese paraíso?, ¿No existiría ningún impedimento para que cada uno hablara y obrara según su conciencia?, (pensemos que al ser un lugar tan idílico todos sus habitantes actuarían siempre eligiendo la opción al bien). Pues no serian libres, porque todos tendrían como gobernador principal de sus actos al dictador más poderoso que puede existir: “La mente”. La mente, por la que se pasearía la envidia, la crítica, los celos, la ira, la tristeza o el dolor, solo por nombrar algunos de los carceleros más depravados que puedan existir. Para que el ser humano sea realmente libre tiene que dominar a su mente, ya que hasta entonces permanecerá subyugado a los caprichos de esta.
            Puede parecer un poco drástico, pero no lo es en absoluto, ya que es la mente la que impide a la persona conseguir lo que la propia mente parece que anhela: “La felicidad”. Es una paradoja, el ser humano con su mente piensa que quiere ser feliz y que podría hacer para conseguirlo, y sin embargo, la propia mente se encarga de boicotear su propio pensamiento. ¡Dramático!, aunque muy pocas personas son conscientes de tal dictadura.
            Ante esta coyuntura boto a la basura mi loa a la libertad, ya que solo se puede proclamar la dictadura de la mente, mucho más poderosa que cualquier tirano asesino que pueda existir en el mundo. 
     

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